jueves, 30 de julio de 2015

Como Nerón, Das Neves quiere prender fuego la provincia para ocultar su propia decadencia

El sueño de un imperio berreta se desmorona y, fiel a la tradición del más rancio autoritarismo, el führer del ChuSoTo ordenó hacer tierra arrasada. Operaciones de prensa, agresiones, insultos y falsas denuncias: el manual del dictador desesperado.

“Nerón Das Neves tiene todos los días un insulto, una injuria nueva, una denuncia, todo negativo”, dijo ayer el gobernador Martín Buzzi en una informal rueda de prensa en Puerto Madryn, luego de participar de un auténtico día de fiesta y homenaje a la convivencia pacífica que siempre caracterizó a esta tierra. Pocas veces fue tan acertada una alusión en la política chubutense, porque son muchos los puntos de contacto entre el emperador que ordenó incendiar Roma y el caudillo chusotista que parece dispuesto a prender fuego la provincia con tal de ocultar su propia decadencia.
Quiso hacerlo sin éxito a través de una burda operación de prensa destinada a empañar los festejos del Sesquicentenario, maniobra que fue puesta en ridículo no sólo por la Presidenta de la Nación sino por la propia comunidad que colmó los festejos en un clima de alegría y respeto por la diversidad. Quiere hacerlo mediante el accionar de patotas que no sólo agraden a militantes de otros espacios -como el joven Nicolás Maldonado- sino también a los de sus propias filas, como sucedió en Esquel. Intenta prender fuego la provincia cuando desparrama insultos que no alcanzan a esconder su falta de propuestas, o denuncias que no van más allá de un título mediático y no encuentran la más mínima repercusión en la Justicia.
La táctica de “tierra arrasada” es un clásico en el manual de los dictadores desesperados. Nerón no fue el único en llevarla adelante. Es célebre el caso de Adolf Hitler, que ordenó destruir todos los monumentos de París para que no cayeran en manos de los aliados, en una infame directiva que afortunadamente fue desobedecida por el gobernador militar alemán en Francia. Es lo que intenta hacer ahora Das Neves para cubrir su retirada y también lo que hizo en 2011, cuando dejó la caja de la provincia casi vacía luego de exprimirla para financiar su fallida aventura presidencial.
Pero Das Neves no sólo se parece a Nerón, sino que también muestra muchas similitudes con Calígula. El emperador romano se casó con su hermana y nombró senador a su caballo, el chusotista les dio altos cargos a su mujer, su cuñada y su hijo. Sin hablar del desenfreno y la fiesta obscena que reinaron en ambos períodos nefastos de la historia.
El tiempo suele poner las cosas en su lugar, y estas conductas inexorablemente tienen consecuencias El imperio de Das Neves, como el romano, está en franca decadencia. Una caída que se acelera a medida que va quedando en evidencia la verdadera naturaleza del proyecto del cacique chusotista, que ya no sólo despierta rechazos en la ciudadanía común sino también entre sus propios seguidores que miran con resquemor los movimientos de su jefe.
Pero, a diferencia del romano, el imaginario imperio dasnevista es un imperio berreta que no va a dejar ninguna marca en la historia. Porque en Chubut no hay ningún Coliseo que recuerde el esplendor del dasnevismo, sino ruinas como la tranquera de Ingentis que rememoran el despilfarro. Aquí tampoco hubo leones comiéndose a los cristianos, sino hombres de negro apretando a los empleados públicos y patotas agarrando a cadenazos a los docentes. Ni siquiera una cultura capaz de influir durante siglos al mundo entero, sino un puñado de insultos que con el tiempo se transforman en anécdotas graciosas.
Poco pan y mucho circo. Más que nada, porque Nerón en definitiva era un hombre que gustaba de la poesía y de tocar el arpa. Nada más distinto al “80% abogado…” que sueña con ser emperador.

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